miércoles, diciembre 01, 2010

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Por: Alejandra Saldarriaga Vargas

Que tan inciertos son los caminos, que tan vagos los recuerdos felices y tan escasos los premios recibidos.

Somos victimas de un azar maldito por sus dolientes, que nos sumerge en situaciones inesperadas y nos conduce en su ceno ansioso hasta la verdad y por consiguiente a la muerte.

Cada uno de nosotros es una ficha que se suma a una ruleta, a un ajedrez de bolsillo que a veces se le resbala a un dios e inexplicablemente produce un jaque y como resultado un cuerpo más que deberá ser inhumado.

No encuentro más significado y menos explicación que a la casualidad, me quedo corta de ideas al pensar en lo mucho que he vivido a cuenta de eso que llaman fortuna y lo poco que he ganado en medio de barricadas de hombres ansiosos, en busca de riqueza precoz o de un suceso inesperado que cambie por completo el transcurrir de sus días y ponga fin a la abrumadora maraña de lo cotidiano.

Ahogados en un frenesí de sudor y sexo los hombres le apuestan a la noche por un amanecer diferente, Un premio que les permita huir, postergar, o anestesiar sus vidas y que si bien puede estar en medio de un barco con la sonrisa expuesta a la mas disimiles gentes, con los ojos, las bocas y las mentes descubiertas ante abstracciones conformistas o niños disfrazados de viejos que no esconden las preguntas, ni la autónoma necesidad de explorar y descubrir.

Cortazar nos ofrece la posibilidad de zarpar en un viaje sin destino ni tripulación, de conocer personajes tan profundos como monstruosos, pero sin desvirtuarse de la realidad, de las estratagemas de la economía y las clases sociales; de cambiar de nacionalidad para descubrir entre otros las pericias del azar.

*texto creado a partir de la lectura de los premios de Julio Cortazar*

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