domingo, septiembre 05, 2010

EL" NADAÍSMO" Y SUS CONTEMPORÁNEOS

El Nadaismo, se constituyó en los años 60 en la más irreverente propuesta literaria contra el ambiente cultural establecido, la academia, la iglesia y la tradición colombiana, acorde con varios movimientos vanguardistas que se gestaban de forma paralela en América latina y el mundo.

En Medellín, una de las ciudades más tradicionales de Colombia, apareció en 1958, en la papelería y tipografía Amistad, un folleto de 42 páginas titulado Manifiesto Nadaísta, firmado por Gonzalo Arango (1931-1976). El diseño de los títulos era pueril y varias de las ideas perfectamente razonables. Pero a partir de allí un vasto movimiento de agitación intelectual iba a ocupar un papel preponderante en el panorama cultural colombiano.

"El Nadaísmo, en un concepto muy limitado, es una revolución en la forma y en el contenido del orden espiritual imperante en Colombia. Para la juventud es un estado esquizofrénico consciente entre los estados pasivos del espíritu y la cultura", anunciaba la primera página del texto, el cual procedía luego, aduciendo en su respaldo citas o menciones de Mallarmé y Sartre, Breton, Kierkegaard, Kafka, Gide y Spencer, a formular un vasto programa de subversión cultural (estético, social y religioso) que, apoyándose en la duda y en los elementos no racionales, y teniendo como armas principales la negación y la irreverencia, el desvertebramiento de la prosa y el inconformismo continuo, buscaba el cuestionamiento de una sociedad, la colombiana, en la cual "la mentira está convertida en orden"

Había, ciertamente, elementos de gran validez en esa formulación y una conciencia muy aguda de sus limitaciones: "La lucha será desigual considerando el poder concentrado de que disponen nuestros enemigos: la economía del país, las universidades, la religión, la prensa y demás vehículos de expresión del pensamiento. Y además, la deprimente ignorancia del pueblo colombiano y su reverente credulidad a los mitos que lo sumen en un lastimoso oscurantismo (...). Ante empresa de tan grandes proporciones, renunciamos a destruir el orden establecido. Somos impotentes. La aspiración fundamental del nadaísmo es desacreditar ese orden".

Esta generación "frustrada, indiferente y solitaria", como se autocalificaba, que coqueteaba con el suicidio y encontraba en La náusea de Sartre su Biblia, se proponía en consecuencia "no dejar una fe intacta, ni un ídolo en su sitio", mediante una actitud iconoclasta que se expresaría simultáneamente en dos campos: el literario y el vital. El primero gracias a la revista Nada, anunciado órgano del movimiento que sólo habría de volverse realidad doce años después con la aparición de Nadaísmo 70 (8 números entre 1970 y 1971), y lo segundo a través de un comportamiento humano abierto y en ocasiones desenfrenado que ya desde el primer momento buscaba mediante su vinculación con los jóvenes, una vasta irradiación.


Más valiosas en realidad resultaban las líneas finales del citado Manifiesto, en las cuales, preguntándose hasta dónde llegarían, respondía en forma premonitoria: "El fin no importa desde el punto de vista de la lucha. Porque no llegar es también el cumplimiento de un destino". Esta permanente indefinición es la que a lo largo de los años les ha permitido continuar en la brega.

Autores como Mario Rivero, Eduardo Gómez, Germán Espinosa, José Manuel Arango, Giovanni Quessep entre otros, marcharon cronológicamente con los nadaistas pero estética y literariamente mantuvieron su independencia e insularidad, tanto en sus vidas como en sus obras.

En cuanto a la poesía colombiana, los críticos acérrimos fueron precisamente los poetas que a comienzos de los años sesenta fundaron el último de los ismos, el nadaísmo, mezclando, como ya se ha dicho, elementos del surrealismo, el existencialismo francés y labeat generation norteamericana, de Henry Miller a Kerouac, con su reacción muy natural ante el estado de cosas de un país injusto socialmente, inestable políticamente y purgado de su anacronismo a través de un afán de modernización tan radical que dejó como saldo más de 200.000 muertos. Ante este panorama, que era a la vez tan convulsivo como estático, los nadaístas intentaron sacudir la modorra de ciudades provincianas, y no sólo a nivel intelectual, a pesar del vertiginoso crecimiento urbano que las alteraba por aquellos años. Pidieron por boca de uno de ellos, Eduardo Escobar, un "Regreso al rugido": "No podemos aceptar que la sociedad modele nuestra personalidad y queremos manifestar la deformidad del alma. Y no con palabras. La palabra está desgastada y vieja y podrida. ¡Abajo el pensamiento, todos estamos locos! Las palabras están perdidas en los cuadernos del poeta. Hay que bramar ahora, y que terminen los engaños"

Algunos poemas y poetas

LA SALVAJE ESPERANZA

Eramos dioses y nos volvieron esclavos.
Eramos hijos del Sol y nos consolaron con medallas de lata.
Eramos poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras.
Eramos felices y nos civilizaron.
Quién refrescará la memoria de la tribu.
Quién revivirá nuestros dioses.
Que la salvaje esperanza sea siempre tuya,
querida alma inamansable.

GONZALO ARANGO (1931-1976)

AMANECER

Mi soledad huele a húmeda sombra
La noche de las brujas se esconde en los tupidos bosques
Bajo las alfombras agonizan los gnomos
Mis brazos están todavía curvados por tu cuerpo.
Recomienza la vigilia y renace la muerte.

Alguien camina sin rumbo soñando con un pan
Anochece el día de las bombillas rojas en los sótanos
El crepúsculo perpetuo de las grandes fábricas se toma sonoro como un río
Un niño desnudo contempla los frutos del huerto
El día galopa como un caballo blanco
La luz implacable persigue tu recuerdo hasta aplastarlo
Contra los rascacielos deslumbrantes reclinados contra el cielo.

EDUARDO GOMEZ (1932- )


POEMA DE INVIERNO

Llovió toda mi infancia.
las mujeres altas de la familia
aleteaban entre los alambres
descolgando la ropa. Y achicando
hacia el patio el agua que oleaba a los cuartos.
Aparábamos las goteras del techo
colocando platones y bacinillas
que vaciábamos al sifón cuando desbordaban.
Andábamos descalzos remangados los pantalones,
los zapatos de todos amparados en la repisa.
Madre volaba con un plástico hacia la sala
para cubrir la enciclopedia.
Atravesaba los tejados la luz de los rayos.
A la sombra del palo de agua
colocaba mi abuela un cabo de vela
y sus rezos no dejaban que se apagara.
Se iba la luz toda la noche.
Tuve la dicha de un impermeable de hule
que me cosió mi padre
para poder ir a la escuela
sin mojar los cuadernos.
Acababa zapatos con solo ponérmelos.
Un día salió el sol,
ya mi padre había muerto.

JOTAMARIO ARBELAEZ (1940-)

XVIII

Ahora que las niñas se desvisten
con un secreto temor
y en el fuego bailan duendecillos azules

por las calles que tienen nombres de batallas
voy, solitario y vano

y pienso en la dulce saliva de la doncella
que en algún lecho madura y gime
y visita otro duro laberinto

como de una ahogada
veo su frente a través del agua
del sueño

de noche, en este parque donde tengo cuatro sombras
bajo el antiguo insomnio de las estatuas.


JOSE MANUEL ARANGO (1937-)

NOCHE SECRETA

Busqué a Dios con sinceridad y paciencia
en el directorio telefónico
y en aguas mansas
y en aguas turbias
y en las precipitaciones de agua
Lo busqué en la ausencia de los que amamos
y en los desperfectos de nuestras mansedumbres
Me fui tras El por pequeñas ciudades
y busqué su fotografía cada mañana en el periódico
Amé en la risa de la muchacha Su risa
y en la mirada de mi prójimo
Pero encontré la muerte en todas partes
(buscar es lo que importa)

EDUARDO ESCOBAR (1943 - ) (Nadaista)

HISTORIA PARA CONTAR A UN NIÑO BENGALÍ

El casco rojo del soldado
puso en la calle un sol de medianoche.
La ciudad por entonces ardía en los puñales
y el miedo se quedaba tras los pasos.
Nadie había: ni viento ni aires respirables.
La pólvora en pájaros recientes perforaba el cielo
y a lo largo hubo árboles que nunca fueron árboles
sino horcas con follajes. Y se
-lo dicen los despachos noticiosos-
que el hambre encumbra cuervos sobre aldeas
y que en los campos los perros arrastran,
del borde los caminos,
los cuerpos caídos en la huida.
Toda generación pierde su guerra
y hay que hacerse a la idea de que pronto
pasará lo que se teme,
ahora que nunca es extranjero un hombre muerto.

LUIS AGUILERA (1945- )

El Piedracielismo a través de Eduardo Carranza

El poeta colombiano Eduardo Carranza (1913-1985) puede servirnos de ejemplo para adentrarnos en lo que fue el piedracelismo y puede convenir leer primero el poema y luego enterarte de los pormenores del poeta.


Galope súbito


A veces cruza mi pecho dormido

una alada magnolia gimiendo,

con su aroma lascivo, una campana

tocando a fuego, a besos,

una soga llanera

que enlaza una cintura,

una roja invasión de hormigas blancas,

una venada oteando el paraíso

jadeante, alzado el cuello

hacia el éxtasis,

una falda de cámbulos,

un barco que da tumbos

por ebrio mar de noche y de cabellos

un suspiro, un pañuelo que delira

bordado con diez letras

y el laurel de la sangre,

un desbocado vendaval, un cielo

que ruge como un tigre,

el puñal de la estrella fugaz

que sólo dos desde un balcón han visto,

un sorbo delirante de vino besador,

una piedra de otro planeta silbando

como la leña verde cuando arde,

un penetrante río que busca locamente

su desenlace o desembocadura

donde nada la Bella Nadadora,

un raudal de manzana y roja miel,

el arañazo de la ortiga más dulce,

la sombra azul que baila en el mar de Ceilán,

tejiendo su delirio,

un clarín victorioso levantado hacia el alba,

la doble alondra del color del maíz

volando sobre un celeste infierno

y veo, dormido, un precipicio súbito

y volar o morir...


A veces cruza mi pecho dormido

una persona o viento,

un enjambre o relámpago,

un súbito galope:

es el amor que pasa en la grupa de un potro

y se hunde en el tiempo hacia el mar y la muerte.


Este “Galope súbito” parece aludir a un rapto amoroso, ya sea idílico o hecho realidad; la enumeración de imágenes quiere acercarse a describir esas sensaciones innombrables del amor, y de ahí el poema va aumentando su lirismo hasta concluir en una contemplación de la vida.


A Eduardo Carranza se le valora sobre todo por haber roto con el afrancesamiento de la poesía de su época, privilegiando un afán de renovación del lenguaje en nuestra lengua.


En los años treinta se agrupó con media docena de colegas jóvenes para publicar una antología que le roba el título a un libro de Juan Ramón Jiménez, Piedra y cielo, y que en su momento representó a cierta pujante poesía joven colombiana.


El piedracielismo habría sido, así, una propuesta de jóvenes de derechas que uno de ellos, hijo de terratenientes, financió para sus amigos, incluyendo a Eduardo Carranza. Y su poesía (la de Carranza) resultaría (entonces) amanerada, calcada de cierta poesía purista española del 27, frívola, a veces sentimentaloide.


Al mismo tiempo, la formación católica de Carranza le haría tender a un erotismo mojigato en el que la cara carnal, corporal, física del amor estaría velada con analogías etéreas.


Es claro que, como dicen, una golondrina no hace primavera, y del mismo modo un poema suelto no ilumina polémicas (ni poéticas).


Gonzalo Vélez

cibergrafía

http://lablaa.org/blaavirtual/literatura/hispo/hispo10a.htm

http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/17/colombia5.html

http://es.shvoong.com/humanities/426082-el-nadaismo/

http://poemas-celebres.blogspot.com/2009/09/eduardo-carranza-y-el-piedracielismo.html


2 comentarios:

FRANCISCO PINZÓN BEDOYA dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
FRANCISCO PINZÓN BEDOYA dijo...

Gracias por ilustranos

Un abrazo, coterránea